En Medellín por primera vez en la historia se empezaron a recorrer los pasos para revocar a un alcalde. Yo quisiera analizar las posibilidades de éxito de esta iniciativa porque creo que a pesar de que el alcalde Daniel Quintero ha sido divisivo como parte de su estrategia, puede salir airoso y fortalecido del proceso.

En primer lugar, es importante entender que la revocatoria es esencialmente programática y así lo ha expresado la Corte Constitucional. Quintero, incluso en poco menos de un año de gobierno sacó adelante el Tranvía de la 80, que era una tarea pendiente de la ciudad, y podría argumentar que está, mal o bien, trabajando sobre lo que consignó en su programa. Ahora bien, el punto es que la revocatoria es un derecho de todos los ciudadanos, pero especialmente de los que votaron por él y se sienten engañados, porque de lo contrario sería un ejercicio de oposición que desconfiguraría el nexo de responsabilidad que tienen los elegidos con sus electores.

No cabe duda de que la ruptura institucional que empezó con la coyuntura de Hidroituango, ha sido un punto de quiebre, pues esa institucionalidad había sido parte del éxito de la ciudad. Son evidentes sus desaciertos producto de su constante improvisación; la politización de EPM ha hecho que se tomen decisiones torpes en contra del criterio técnico que siempre había imperado y las malas relaciones con quien no se someta a su voluntad, como es el caso del Metro, donde no ha podido acomodar sus fichas por la mayoría que tiene en la junta el gobierno nacional. Ojalá esto no sea un obstáculo para entregar a tiempo y sin sobrecostos proyectos tan importantes como el cable Picacho, que ya se debería haber terminado.

Sin embargo, durante la pandemia el alcalde ha entregado mercados y subsidios puerta a puerta, les habla a los que viven la desigualdad, a los que no han tenido privilegios y que sienten que su movilidad social es un sueño inalcanzable. Las empresas antioqueñas han sido muy importantes, pero su narrativa debe ir acompañada de apoyo a liderazgos sin cálculos y apoyar procesos con convicción para que la desigualdad se reduzca y no sea un caldo de cultivo para gobernantes populistas que amenazan todo lo que ha sido nuestra historia.

Yo creo que el proceso tiene que ser más amplio. En vez de revocatoria deberíamos hablar de convocatoria, de apoyar un proceso a largo plazo con el firme propósito de seguir por donde íbamos y no caigamos en la trampa de los espectros políticos a los que favorece una sociedad dividida.

PD: Hay similitudes con el Impeachment del saliente presidente Trump. Ser el único alcalde de Medellín con un proceso de revocatoria es ya un castigo suficiente para su prominente ego