En la columna anterior resalté cómo la posibilidad de que haya una justicia efectiva es una de las formas más eficaces de prevenir el delito, sin lugar a duda, se necesitan oportunidades y educación para que cualquier fórmula sea viable, pero me gustaría referirme a ellas por aparte dada su complejidad, así como a la legalización y al fin del tráfico de drogas.

Necesitamos que Antioquia sea un territorio libre de violencia como única oportunidad de movilidad social y para tener un territorio más seguro debemos cambiar –yo creo que lo que no funciona no se puede seguir haciendo igual– la manera en que se aborda cada una de las tácticas para combatir la inseguridad; la operatividad, la investigación, la justicia penal, la ejecución de penas, la resocialización y la garantía de que el ciclo no se repita una y otra vez.

En primer lugar, debemos mejorar la operatividad policial con ayuda de dispositivos tecnológicos y de denuncia ciudadana, pero no para capturar cabecillas que son fácilmente remplazados. Hay que enfocarse en desmantelar las bandas que controlan la criminalidad y participan transversalmente en todo tipo de delitos. Para acabarlas debemos golpear sus ingresos de manera contundente y marcaría una gran diferencia crear una oficina regional para el control del lavado de activos, dependiente del Ejecutivo, que pueda rastrear sus rentas criminales y así debilitar sus finanzas, anular su influencia en las calles, y de paso financiar programas gubernamentales.

En cuanto a las cárceles, se han convertido en universidades del delito donde para ingresar hay que hacer muchos méritos por la falta de cupos. Esta dinámica perversa afecta la credibilidad del Estado y la coercibilidad de la ley. En consecuencia, se debe avanzar en la construcción de por lo menos dos centros de reclusión por medio de alianzas público-privadas; un centro de máxima seguridad y otro de reeducación y reinserción a la vida civil que puede ser una colonia agrícola o un centro de formación en diferentes oficios donde puedan estudiar, trabajar y servir a la comunidad para compensar su falta a la sociedad. Como decía Foucault en Vigilar y Castigar, el objetivo de las prisiones debe ser castigar, desalentar a otros a cometer crímenes y rehabilitar, y ninguno de estos fines se cumple; la detención provoca la reincidencia, exalta el poder arbitrario de la justicia, genera más delincuencia y no favorece la inserción laboral de los que cumplen las penas.

P.D.: Hablando de justicia, genera suspicacias el cambio de posición en el escrito de acusación que decide que el gobernador de Antioquia enfrente el juicio por una formalidad contractual en prisión. Es absurdo que al mismo tiempo varios cabecillas que estaban detenidos recobren la libertad antes de tiempo