Cuando el inmigrante turco Hamdi Ulukaya fue a conocer una fábrica de yogurt, fundada hace casi noventa años en un pequeño pueblo de Estados Unidos, se encontró con cincuenta y cinco personas desmontándola, permanecían callados y su tarea era cerrarla para siempre. Meses después cuando la compró, contrató de nuevo a un par de empleados, su primera idea fue pintar los muros; les explicó que quería contratar a esos cincuenta y cinco trabajadores y a otros cien más después, y que por cada persona empleada se crearían diez trabajos adicionales en el pueblo, que retornaría a la vida, que los camiones llenarían las vías y con las primeras ganancias haría un campo de béisbol para los niños del pueblo.

Cuando llegó le dijeron que no iba a conseguir empleados calificados, pero se asoció con el colegio local y mientras construían la planta entrenaron a cientos de personas. Esa misma gente que estaba desmantelando la planta original fue la que la reconstruyó cien veces mejor. El resultado superó las expectativas y hoy en día es una de las plantas de yogurt más grandes del país, la comunidad está prosperando, se inauguran nuevas escuelas todos los años y han llegado otras compañías del sector.

¿Qué tal si copiamos este modelo? Si las cien empresas manufactureras más grandes del departamento llevan sus plantas a los municipios de Antioquia, si en vez de pensar en trasladar trabajadores desde Medellín, convierten a los trabajadores actuales en formadores para ayudar a forjar el talento que hará que estas compañías puedan duplicarse, convertirse en compañías de clase mundial, con cadenas de suministro locales y en municipios prósperos que ofrecen oportunidades para su gente, ¿se imaginan ese círculo virtuoso?

La educación de los trabajadores es lo que genera el conocimiento sobre el cual se construye el progreso, por eso podríamos pensar en que las universidades se movieran a las regiones, tuvieran campus, donde profesores y alumnos podrían estar completamente inmersos en el aprendizaje y en la investigación, esto dinamizaría la vida de cualquier municipio adonde llegaran.

Por último, el señor Ulukaya insistía en que los negocios no deben estar por fuera de la política, así como los ciudadanos, los empresarios deberían tomar partido; buscar comunidades de las que puedan ser parte, pedirles permiso, abrirles las puertas y quedarse con ellos para obtener el éxito juntos. Tenemos que cambiar el imaginario de que está mal generar riqueza por otro en el que todas las personas con su esfuerzo como emprendedores o trabajadores tengan las mismas oportunidades de lograrlo